2 de mayo de 1817. Bolívar llegó al campamento de
Piar en la Mesa de Angostura y aprobó todos sus actos. Lo confirmó en el grado de general en jefe,
con el que fue designado después de la batalla del Juncal. Bolívar, tras la toma de la Casa Fuerte en
Barcelona, se había devuelto desde El
Chaparro con 500 hombres y su Estado Mayor, para establece definitivamente su
Cuartel General en Angostura al fin convencido de la estrategia del General
Manuel Piar.
Al
encargarse del mando reunió los batallones y los dividió en dos cuerpos: uno al mando de Bermúdez y Cedeño
para sitiar y tomar Angostura y otro cuyo mando se reservó para estrechar y tomar las Fortalezas de
Guayana. A Piar se le asignó sostener las Misiones del Caroní y para cerrar el
cerco por la arteria del Orinoco el Libertador llamó al Almirante Luis Brión
que se hallaba en Pampatar, de donde zarpó el 31 de mayo con tres bergantines,
tres goletas y cinco flecheras al mando del Capitán margariteño Antonio Díaz.
Con aquel cerco y la ciudad
hostigada por sus puntos defendidos, al Brigadier La Torre que se había
refugiado en ella después de la derrota de San Félix, no le quedaba otra salida
que rendirse antes que sus tropas y la población civil terminaran pereciendo
más por hambre y extenuación que por el fuego sostenido de los patriotas.
A medida que el cerco se fue
haciendo más cerrado fueron creciendo las necesidades de la población. “El
bloqueo era ya completo por todas partes y a medida que pasaban los días
aumentaba el hambre de un modo espantoso”, cuenta en sus Memorias el
oficial realista Rafael Sevilla, señalando que: “en tan suprema angustia el
Brigadier mandó reunir en el almacén militar todas las pocas provisiones que
había en poder de los particulares, y a partir del 25 (mayo), desde el General
hasta el último soldado, desde el acaudalado comerciante hasta el más infeliz
particular, todos fuimos reducidos a una ración igual. Empezó por distribuirse
una pedazo de tasajo y cuatro onzas de pan por persona mayor; concluidos estos
artículos a los cinco días, vivimos otro ocho con fideos, garbanzos y vino;
agotado esto, se nos distribuyó puñados de maíz en grano y algún pescado,
cuando lo había, pero los peces se ahuyentaron de aquella parte del río en que tan
perseguidos eran y el maíz se acabó. Matóse pues el caballo del brigadier, y el
otro día el del contador Tomaseti; después los demás, los mulos y los burros
que había; todo esto no duró más que dos días. Concluido el ganado caballar,
nos repartimos unas raciones de cacao y azúcar primero, y de cacao sólo
después y dos dedos de ron. No quedó en
la plaza ni gato ni rata que no nos comiéramos…”.
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