24 de mayo de 1881. El Estado venezolano otorgó al General Venancio Pulgar un contrato
para construir un Ferrocarril del Orinoco hasta las minas auríferas de El
Callao. Dos años después, es decir, en
1883, el Contrato fue renovado por Ley del Congreso Nacional y traspasado el
mismo año por el Gobierno a la empresa norteamericana “Guayana Limitada”. Pero nada pasó, la construcción del ansiado
proyecto ferrocarrilero se quedó en letra muerta.
En
1885 se les conceden iguales derechos contractuales al Señor Fitzgerald y el
mismo año a Teodoro Delort y Eugenio Firminach.
En 1888, bajo el gobierno del doctor
Juan Pablo Rojas Paúl, el gobierno venezolano otorgó un nuevo Contrato a la “De
La Hante y Compañía” para
construir en el lapso de cuatro meses, un Ferrocarril entre el Orinoco y
Guasipati, compuesto de dos líneas, monopolio exclusivo de 99 años sobre el uso
del ferrocarril y pagando el Estado un interés anual del 7 por ciento sobre
1.600.000,00 libras esterlinas que para entonces costaría la construcción de
las líneas. Este convenio degeneró en
una controversia pues los ingleses habían avanzado tanto que ya consideraban
como suyas las tierras de El Callao y Guasipati.
El empeño sostenido del Gobierno por
la construcción de un Ferrocarril en Guayana nunca tuvo éxito y menos lo iba a
tener en 1888, un año luego de haber el Gobierno británico publicado la
expandida “Línea Shomburgk” a la par que los colonos británicos
presionaban para que el Gobierno de Londres se anexara el rico distrito del
Yuruary.
En 1891, cuando la presión británica
virtualmente se veía disminuida, se produjo en Madrid, donde se decidía la cuestión de límites de la
Goajira, un fallo favorable a Colombia. Este laudo arbitral tan desfavorable a
los intereses venezolanos alentó al Gobierno Británico y en 1895, bajo el
Gobierno de Joaquín Crespo reanudó el avance desde Demerara y el Esequibo, por
las inmensas soledades de la selva guayanesa para provocar un conflicto, como
en efecto ocurrió con el llamado “Incidente del Cuyuní” protagonizado
por el General Domingo Sifontes, que le permitirá dilucidar en forma
conveniente una situación en la que ella, Inglaterra, debido a su gran poder
imperial, tenía todas las de ganar, como efectivamente sucedió con el Laudo
Arbitral de París en que Venezuela perdió 150 mil kilómetros cuadrados en la
zona del Esequibo que siempre hemos venido reclamando.
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