15 de Enero de 1820. El
Provisor de la Catedral, doctor Remigio Pérez Hurtado, envía una relación a la Santa Sede sobre la
situación de la Diócesis de Guayana,
desde su creación el 20 de mayo de 1790 hasta la fecha y en ella manifiesta su
simpatía por la causa republicana y elogia el comportamiento de los
soldados, quienes “se han coronado de
laureles y repetidos triunfos que libremente nos ha concedido el Gran Dios de
las Batallas”.
Domingo Remigio Pérez Hurtado, doctor en Derecho Canónico
y Abogado de la Real Audiencia, nacido en El Tocuyo, Estado Lara, el primero de
octubre de 1764, comenzó a figurar en la Diócesis de Guayana a fines de 1799,
cuando el canónigo José Antonio García Mohedano es designado Obispo titular y
lo nombra su Provisor mientras recibía las bulas, necesarias para su
consagración. De manera que el cargo de Provisor lo ejerce hasta 1801 que es
cuando Monseñor García Mohedano toma posesión, pero continúa como Vicario
General hasta la muerte del Obispo ocurrida el 17 de octubre de 1804. Entonces
vuelve a ser Provisor durante la vacante producida por la muerte del anciano
prelado.
En 1809 el canónigo José Ventura Cabello es preconizado
Obispo de la Diócesis y el Dr. Pérez Hurtado pasa a ser su asesor y abogado
consultor hasta 1817 que la provincia de Guayana cae definitivamente en manos
de los republicanos.
Después de la muerte del obispo José Ventura Cabello
ocurrida en circunstancias dramáticas el 21 de agosto de 1817, en la Isla
Guacamaya, los canónigos Felipe de Ávila y Pérez Hurtado, quienes acompañaban
al prelado, son rescatados por los patriotas y devueltos al seno de la Iglesia
en Angostura, donde el Libertador los insta a reunirse y ponerse de acuerdo en
torno a una máxima autoridad eclesiástica para que la Diócesis no permanezca
acéfala.
El 16 de octubre de 1817 fue el confesor de Piar hora
antes de ser pasado por las armas y a él le entregó un Cristo de plata para que
orase nte él hasta puertas afuera del patíbulo.
El clero congregado el 25 de enero de 1818 designó al
canónigo Pérez Hurtado, vicario capitular y gobernador del obispado, a quien
tal vez tocó la época más difícil de la Diócesis, pues decenas de sacerdotes
nativos desertaron para enrolarse en la lucha por la independencia, mientras en
las Misiones habían quedado desamparadas de pastor debido a la degollina de
Caruachi.
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