19 de marzo de 1590. El Capitán don Antonio de Berrío, luego de
haber fracasado en dos tentativas anteriores, emprende desde Casanare su
tercera jornada en busca de El Dorado.
En esta ocasión van con él su hijo Fernando, de trece años, 112 soldados
de los cuales 70 bajo su mando directo y los restantes 42 a las órdenes del
capitán portugués Álvaro Jorge.
Completan la numerosa expedición, indios y negros de servicio más 220
caballos de guerra y carga, todos embarcados en 20 canoas e igual número de
balsas. La navegación lenta y penosa
sigue el curso del Meta hasta caer en el Orinoco y luego detenerse más al oriente de Caicara en la desembocadura
del Cuchivero. Allí la hidrofobia
prevalece sobre todos los males y acaba con animales, soldados. Su expedición queda reducida a 50 hombres
hambrientos pues las provisiones habían
llegado al límite del severo racionamiento.
Con ellos se lanza río abajo decidido a
concluir su aventura, animado por el oro “guaní” que cargaban los indios
capturados en su camino y las orientaciones que le daban de la supuesta
Manoa fundada sobre volcanes de oro.
La
épica navegación al fin encontró
descanso al penetrar por las bocas del
Caroní y asentarse en las tierras del Cacique Morequito donde permaneció seis
meses a la espera de auxilios pedidos a Gobernadores de las provincias cercanas
que nunca llegaron, por lo que decidió reanudar la navegación hasta la Isla de
Trinidad a donde arribó el primero de septiembre de 1591, para luego
personalmente tratar de entrevistarse con el Gobernador de Margarita con cuyos
auxilios que estaba obligado a prestar
pensaba tomar oficialmente la Provincia de Guayana y El Dorado y fundar
su capital, bien en la propia Isla de Trinidad o en las propias tierras de
Morequito, donde al final ocurrió ocho kilómetros más bajo de las Bocas del
Caroní.
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