30 de marzo de 1817. Desesperado
por el hambre y la escasez de víveres los habitantes de la Ciudad de Angostura,
el Brigadier Miguel de La Torre ordenó a 800
hombres de infantería y 30 de caballería buscar un choque con las
fuerzas patrióticas sitiadoras a fin de de poder llegar hasta el hato más
próximo en busca de vacunos, caballos y víveres; pero, el general Manuel
Cedeño, comandante del Sitio, rehuye el choque frontal y actúa de la forma
menos riesgosa; sin embargo, Piar que ha sido notificado de este movimiento,
resuelve intervenir en el episodio para impedirle a La Torre el regreso o batirlo en el tránsito con sólo
la caballería. Para ello necesita que el Coronel Chipía le envíe dos
escuadrones de cien hombres cada uno, si es posible al mando del coronel Pedro Hernández o del Teniente coronel
Martínez. Por previsión y en función de
esta operación, Piar adelantó al capitán
Arnao a la Pastora en busca de 400 caballos de reserva.
Cuatro días
después es cuando Piar está militarmente en capacidad de ir al encuentro de las
tropas de La Torre y se dirige a la Mesa de Angostura, pero ya el enemigo había
replegado a la ciudad el día 3 de abril
por la noche, a favor de los montes del río Orocopiche; no obstante, Cedeño mediante aisladas
escaramuzas hizo que en el trayecto perdieran tres cargas de pertrechos, doce
fusiles y varios de sus hombres. Esto es
lo que se desprende de las cartas cruzadas entre Piar y algunos de sus
oficiales.
Sin embargo, el coronel Rafael
Sevilla, oficial de La Torre, dice en sus memorias autobiográficas, que las
tropas salieron de Angostura a romper el sitio
y que “Apenas llegamos a
las avanzadas enemigas, cuando empezaron a hacernos fuego. En breve vino sobre nosotros gran golpe de
caballería, que conseguimos rechazar.
Nosotros no teníamos más caballería que una docena de húsares mal
montados. A las ocho llegamos al sitio
denominado Mesa donde tenían su campamento principal y nos esperaban
apercibidos para el combate. Formamos
dos columnas y dos guerrillas para flaquearlos.
A mi me toco ir con la izquierda.
El terreno era quebrado y abrupto, pero atacamos con tal denuedo que en
breve conseguimos envolverlos. Tan
pronto como ellos oyeron nuestras cornetas por retaguardia, apelaron a la
fuga. Dejaron en nuestro poder cien
hombres entre muertos, heridos y prisioneros, cincuenta mujeres y chiquillos
que tenían en el bosque inmediato, y doscientas reses que hallamos en el
corral”
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