miércoles, 13 de marzo de 2013

En 1596 comenzó el poblamiento foráneo de Guayana


10 de abril  de 1596. Tal vez la expedición más numerosa dirigida a poblar la Provincia de Guayana, llegó en esta fecha a la Isla de Trinidad, conducida por el lugar teniente de don Antonio de Berrío, el vizcaino Domingo de Vera e Irbagoyen.  Santo Tomás de la Guayana necesita más que del puñado de margariteños y cartagineses con el cual fue fundada el 21 de diciembre de 1595 en las tierras del Cacique Morequito, por lo que la misión encomendada por el Gobernador Berrío a Vera e Irbagoyen consistía en viajar a España en procura de hispanos deseosos de probar fortuna en las tierras del Nuevo Continente y así ocurrió,
            Domingo de Vera e Irbagoyen viajó a España y en Toledo, La Mancha y Extremadura reclutó gente, hasta familias enteras que lo vendieron todo para venirse en busca de fortuna como lo prometía el vizcaino montado a caballo y luciendo rústicas alhajas de oro y esmeraldas del Nuevo Reino de Granada.  Entre labriegos, soldados veteranos de guerras, capitanes de infantería, funcionarios y doce religiosos, la expedición superó a las  1500 personas.
            El 23 de febrero de 1596, la expedición cruzó la barra de San Lúcar de Barrameda y el 10 de abril arribó a Trinidad, donde se quedó una parte  para revivir a la antigua San José Oruña mientras el resto, tras muchas deserciones, muertes y penurias, buscaba su acomodo en la naciente Capital de la Provincia de Guayana.
            El Gobernador Berrío en desacuerdo con su lugar teniente por lo numeroso de la expedición, imposible de sostener con los víveres en existencia, le buscó rápidamente una salida al problema cual fue la de mandar a 300 de ellos en busca de El Dorado. Pero, en vez de El Dorado fue la muerte lo que encontraron al ser emboscado en el cerro Los Totumos, a 120 kilómetros,  por una legión de indios bravos. Los sobrevivientes fueron unas 30 personas incluyendo a tres sacerdotes de la expedición que por ser víspera de Nuestra Señora de las Nieves, a ella encomendaron su suerte.  Desde esos días, dice la historia, viene la devoción por esta virgen romana erigida en patrona de la capital.

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