12 de abril de 1868
(Domingo de Resurrección y quema de Judas).
Los ánimos del sectarismo político regional enardecieron en Ciudad
Bolívar en torno a la disputa por un Judas con bandera azul y un cartel que
decía: “Guayana Impasible”.
“Guayana
Impasible” se llamaba la columna
periodística de Agustín Contasti que
defendía la llamada Revolución de los Azules, contraria a la Sociedad Liberal
que arropaba a los liberales de la divisa amarilla, liderada por Simón Briceño,
Comandante de Armas de la Provincia.
Pues
bien, los amarillos, para mofarse de los azules, concibieron un Judas para su quema el domingo 12, vestido de azul y con el letrero “Guayana Impasible”,
lo cual molestó de forma tal a los azules que reaccionaron y pidieron al
Presidente del Estado Juan Bautista Dalla Costa interviniese para evitar males
mayores. Así ocurrió.
“¡Ese Judas no se quemará!”
prorrumpió enérgico Dalla Costa frente a los empleados nacionales de la Aduana
encabezados por su Administrador el general José María García Gómez, resistidos
a acatar la advertencia lanzada por el magistrado regional en aras de la
tranquilidad pública.
“¡Ese
Judas no se quemará!”, exclamó vital una vez más el Presidente Dalla
Costa y fue suficiente para que Adriano Regino Alcalá, apoyado en los hombres del general Agustín
Contasti, por cuya brecha periodística parecía derrumbarse la tranquilidad
ciudadana, salvara al Judas de su patibulario destino lanzándolo al río para
que el monigote flotase como los mogotes de invierno ante la mirada confundida
de la muchachada azarosa.
Los
amarillos y los azules se habían declarado la guerra y en vez de la cohetería
criolla, tronaban los disparos de revólveres y escopetas. El Obispo de la
Diócesis, José Manuel Arroyo y Niño, intervino junto con el general José Alcalá
y José Tomás Machado en el conflicto de odios y tensiones faccionales. De un
lado los seguidores de Juan Bautista Dalla Costa y, del otro, la Sociedad
Liberal apoyada en el Jefe de Armas Simón Briceño y del Administrador de la
Aduana García Gómez.
En
la casa de Juan Bautista Dalla Costa, situada en la entonces calle del
Gobierno, hoy calle Constitución, se reunieron 400 civiles, todos armados,
dispuestos a dar la batalla, pero era Domingo de Resurrección. Cristo de nuevo
estaba vivo y a través del Obispo se hizo sentir su palabra de paz que todos
acataron.
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