20 de octubre de 1530. Diego
de Ordaz, en calidad de Comendador, Adelantado y Alguacil Mayor, zarpó de San
Lucas de Barrameda rumbo al Nuevo Continente a la conquista y poblamiento de
nuevas tierras conforme a la Capitulación expedida en Madrid, vale decir las que van
desde el Marañón hasta Macarapana, al Oeste del Golfo de Cariaco, “por
todos los días de vuestra vida con salario de setecientos veinticinco mil mares
(maravedíes) en cada un año contados desde el día que vos hizieredes a la vela
en estos nuestros reinos, para hacer la dicha población e conquista, los cuales
vos an de ser pagados de las rentas e derechos a nos pertenecientes en la dicha
tierra que assy abeys de poblar”.
Su primera
escala para reforzar con más recursos la expedición, fue en las Islas Canarias
de donde desplegaron velas el 13 de diciembre de 1530, día de Santa Cecilia,
cuatro naves con 600 hombres y 36 caballos a su mando. Zarparon con buen tiempo de Tenerife rumbo a
tierras vagamente conocidas y, por lo tanto, inexploradas, que parecían
jurisdiccionales del Río Marañón, pero fuera de las posesiones del Reino de
Portugal.
Luego
de prolongados períodos de calma y tempestades que lo desviaron de la ruta y
disgregaron las naves, avistaron tierra dos grados por encima del paralelo
equinoccial, a los veintiséis días de navegación. Pero no hallaban lugar
adecuado para fondear los barcos y centrar su comando de operaciones hasta que
lo vieron en Paria ya a mediados del mes de marzo de 1531.
Pero
Paria, al igual que Cubagua, era jurisdicción discutible, pues allí Antonio
Sedeño, Gobernador de Trinidad, tenía un Fuerte al mando de Juan González de
Sosa; de todas maneras, Ordaz impuso su fuerza y utilizó al propio Juan
González, al mando de un grupo de sus hombres, para hacer una exploración previa
del estuario. González, no obstante, se aventuró hasta la propia desembocadura
del Caravaca, como los indígenas se referían al Río Caroní. Allí él y su
compañía escucharon por primera vez el nombre de Uayana. Uayana se llamaba
aquellas tierras selvosas avasalladas por inmersos caudales de agua.
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