Dada esta lamentable y dolorosa situación, Diego López de Escobar, quien despachaba desde Trinidad desde 1636, decidió reubicarla en lugar más seguro. Exactamente en el lugar del hoy Puerto Ordaz-Matanzas. Allí el Gobernador se reestableció con los restos de Santo Tomás y para desagravio de la Iglesia, el párroco y feligreses rebautizaron la capital con el nombre de Santo Tomás del Santísimo Sacramento de Guayana, por sugerencia del Sargento mayor Diego Ruiz de Maldonado, quien había llegado en auxilio desde Santa Fe de Bogotá.
La ciudad capital quedó transferida entonces en la margen izquierda del Caroní donde el Gobernador le auguraba mejor destuino. Por esos lados, tierras antiguas del Cacique Morequito, Diego de Ordaz escuchó por primera vez la voz Uayanos, Uayanos que marcó para siempre la provincia.
Pero por muy poco tiempo enarboló Santo Tomás el cognomento de Santísimo Sacramento, pues vendría un nuevo Gobernador a cambiar todo lo hecho, incluida la condición de Capital que por más de cuarenta años había conservado la primera ciudad del Orinoco. Por aquellos días resultaba penoso y arriesgado vivir en Santo Tomás de Guayana. Había que tener una bien templada voluntad de acero para insistir apegado a aquella tierra no apta para los frutos del agro y sin embargo tan asediada a sangre y fuego por los enemigos de España. Los efectos de la llamada Guerra de los Treinta Años que conmovía a Europa de alguna forma trasponían el Atlántico y retumbaban muchas veces en el Orinoco.
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