sábado, 5 de marzo de 2016

Autogeneración electrica en el Teatro Bolívar



5 de marzo de 1909. El empresario Ramón Enseñat, instaló en el Teatro Bolívar una planta eléctrica para la temporada dramática que se iniciaba ese mes.  En la ocasión actuó el Conde Alfonso Fatrizio di Castiglioni.
            Para los  bolivarenses acostumbrados a los faroles públicos y a las lámparas caseras de carburo, aceite o kerosene, resultaba toda una novedad milagrosa el advenimiento del alumbrado eléctrico, aunque  de manera muy  puntual en el templo de Talía.  El citadino sabía de la luz eléctrica en otras ciudades y la conoció por primera vez en mayo de 1905 cuando Cipriano Castro trajo una para alumbrar por tres días el inmueble de la Aduana donde se hospedó durante su gira presidencial.
            Tanto fue la novedad y el entusiasmo local que inmediatamente asomó la idea empresarial de instalar una turbina semejante a la del Encanto en el río Guaire de Caracas para que los bolivarenses conocieran y disfrutaran de los beneficios de las modernas tecnologías en este campo de la energía generada por artificios electromecánicos.
            El 9 de junio de 1904 los señores Bartolomé Tomassi, Wenceslao Monserrate Hermoso, Antonio García Romero y Harold Jennis, excursionaron hacia las afueras de la ciudad el fin de estimar el potencial hidroeléctrico de la cascada del río Marcela.  Pero parecía muy cuesta arriba montarse en ese proyecto.  Preferible sería comprar una planta de vapor en Nueva York que al fin fue lo que ocurrió años después.
            Mientras tanto había que esperar y conformarse con el alumbrado eléctrico temporal del Teatro Bolívar que, según el comentario callejero y de la prensa, “los bombillos son de bastante fuerza para la completa claridad del local, prestando una luz que por su buena distribución no daña la vista, a causa de esa intermitencia que aun no ha logrado la ciencia impedir por completo”.

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