Tras la separación de Venezuela de la Gran Colombia, Soledad era un Cantón con jurisdicción sobre las parroquias de Carapa, Mamo, Merecural, Caris, Santa Bárbara y Tabaro dentro del contexto territorial de la Provincia de Barcelona, pero con atención eclesiástica desde Angostura. El cantón tenía cura fijo y una humilde capilla de bahareque donde cumplía los oficios religiosos el Pbro. Fray Vicente Luzardo, quien falleció el 2 de noviembre de 1836.
Esta humilde capilla fue sustituida en 1882 por la Iglesia actual, levantada bajo la administración episcopal (1857-1884) del sexto Obispo de la Diócesis de Guayana, José María Arroyo y Niño, según consta en los archivos de la curia bolivarense indagados por el Pbro. J. M. Guevara Carrera.
Lo que inauguró el prelado Arroyo y Niño fue prácticamente el cascarón del templo, pues el Altar Mayor de la nave principal no estuvo listo sino el 8 de julio de 1896 cuando lo inauguró y bendijo el Pbro. Adrián María Gómez, Canónigo Lectoral de la Catedral de Ciudad Bolívar. Entonces la parroquia de Soledad estaba a cargo de los padres Agustinos.
La devoción por la Virgen de la Soledad vino de España, primero se instaló en Caracas en 1654 en el Templo de San Francisco. El 24 de abril de 1988, el Cardenal José Luis Lebrún canonizó la imagen en compañía de 13 obispos de todo el país.
Dice la tradición que los orígenes de la devoción a la virgen se pierde en el tiempo, la primitiva imagen, que fue destruida en la guerra civil española, era de época visigoda, los visigodos cristianos ya veneraban esta imagen y cuando tuvo lugar la invasión árabe fue escondida y enterrada, según una leyenda la primitiva imagen de la Virgen de la Soledad, ya se veneraba en el año 1.161, en el sitio La Cruz de Herrera, distante a media legua de Úbeda, España. De suerte que la devoción por esta advocación de la Madre de Jesucristo nos vino de la península ibérica. primero llegó a Caracas y en 1912 a la Soledad del Orinoco, donde la veneran pobladores y pescadores de La Encaramada. (AF)
Muy buena la crónica del buen amigo Américo Fernández.Muchas gracias. Rafael Rodriguz Acosta.
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