11 de julio de 1903. El General Juan Vicente Gómez, comandante general de las fuerzas militares expedicionarias, fondea en el Orinoco dispuesto a sangre y fuego ocupar Ciudad Bolívar, erigida por obra del sublevado Capitán Ramón Cecilio Farreras, en el último baluarte de la Guerra Libertadora.
Gómez fondeó sus barcos frente a la ciudad un año luego de haber pasado los vapores de guerra comandados por el general Román Delgado Chalbaud disparando 1.330 proyectiles durantes tres días. El General Nicolás Rolando y Farreras no esperaban ese día la llegada de las fuerzas del Gobierno pues se estaban preparando para invadir los Estados Apure y Guárico intentando un poco la campaña del Centro realizada por el Libertador en 1818. Sus planes se derrumbaron cuando se oyeron los primeros cañonazos y las fuerzas de Gómez comenzaron a desembarcar por Santa Ana y marchar luego hasta Cañafístula situando la ciudad.
Mientras Gómez movía sus piezas, su zamarro pariente el doctor José Rosario García, letrado colombiano que le servía de consejero, parlamentaba con distinguidos personajes de Ciudad Bolívar: el Obispo Antonio María Durán, Luis Brockman, cónsul de Alemania; Jesús Henderson, agente consular de los Estados Unidos y otros que trataban de evitar el inminente derramamiento de sangre.
La idea de la capitulación tomó cuerpo y se habría firmado si no hubiera sido porque el general Cipriano Castro, Presidente de la República, ordenó a Gómez que el enemigo se rindiera a discreción con todos sus elementos de guerra a cambio de garantías a jefes, oficiales y soldados, excepción de Farreras, quien quedaría sometido a juicio ordinario por el delito de traición.
Por la no entrega de Farreras fue imposible la capitulación. Monseñor Durán en nombre de Dios suplicó una vez más al Gobierno y Gómez respondió en estos términos: “Así como creo que hay un Dios, yo creo tomar a Ciudad Bolívar” y la tomó nueve días después de su llegada. (AF)
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