20 de junio de 1856. El quinto Obispo de la Diócesis de Guayana,
doctor José Manuel Arroyo y Niño, fue preconizado por el Papa Pío IX el 20
junio de 1856 y su consagración tuvo lugar en Caracas por el Arzobispo
Silvestre Guevara y Lira. Se posesionó de la Diócesis el 14 de julio de 1857.
Nacido en Carora, Estado Lara, el 9
de abril de 1814, hijo de José Julián Arroyo y de María Rosalía Niño Ladrón de
Guevara. Realizó sus primeros estudios
en su ciudad natal y luego pasó a la Universidad Central donde se graduó de doctor en Teología. En la misma universidad ejerció las cátedras
de filosofía y teología. Actuó como
sacerdote en las poblaciones de Turmero, Maracay, Cagua y Santa Cruz y en 1843
se le dio en propiedad el curato de San Agustín de Guacara.
En 1845 se le trasladó a Valencia como Vicerrector del Colegio Nacional
y posteriormente pasó a ser Rector del
Seminario de Caracas. Antes de ser
postulado para ocupar la silla de la Diócesis de Guayana, se desempeñaba como
Canónigo de la Catedral caraqueña.
La Diócesis de su gobierno estaba
bien provista de sacerdotes y con reservas en el Seminario de Caracas, pero 18
meses después cuando estalló la Guerra Federal en Coro con repercusiones en
toda Venezuela, el Clero comenzó a debilitarse por los continuos alzamientos en
los pueblos de la jurisdicción y por la eliminación de los 2 mil pesos que
asignaba el Estado para los estudiantes seminaristas. Monseñor Arroyo pensó
entonces en la creación de un Seminario en la capital de la Diócesis y logró
que el Congreso Nacional lo decretara el 21 de mayo de 1867, pero dificultades
económicas y de otra índole lo impidieron. No será sino en 1930 ya bajo el
obispado de Monseñor Mejía cuando este viejo y ansiado sueño del episcopado
materializará.
Sin embargo, el Obispo pudo amasar
algunos recursos para la construcción de la Capilla de San Isidro y La
Trinidad, más los Templos de Maturín, Soledad, San Diego de Cabruta, Pozuelos,
Caicara de Orinoco, San Joaquín y El Chaparro, además de reparar otros
existentes. Asimismo canceló la hipoteca de 2 mil pesos que pesaba sobre la
Casa Episcopal.
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