19 de septiembre de 1726.
Nació en el humilde pueblo Guacara de Carabobo, Monseñor Francisco de
Ibarra y Herrera, hijo de Gabriel Remigio de Ibarra y Arias y de Brígida de
Ibarra Herrera. Sus padres eran blancos peninsulares y de buena posición por lo
que a Francisco no le faltó una buena educación orientada en su vocación
sacerdotal
Ser
sacerdote era su destino y por eso sin contratiempo sus padres lo inscribieron
en el Seminario de Caracas y luego en la Real y Pontificia Universidad, donde
se graduó de Doctor en Cánones a la edad de 24 años y pasó a ser catedrático a
la vez que teniente de Vicario capitular Carlos de Herrera, en ejercicio del
gobierno eclesiástico por la muerte del obispo Manuel Machado y Luna.
En 1754,
fue ascendido a Rector de la Universidad
y en 1765 obtuvo en el Cabildo Eclesiástico de la catedral de Caracas la
canonjía doctoral y más tarde las dignidades de Maestrescuela y Chantre,
títulos más que suficientes para ser distinguido como lo fue. Primer Obispo de
Guayana.
Elevado a
la dignidad episcopal en 1791 por el Papa Pío VI, Monseñor Francisco Ibarra
recibió la consagración el 27 de Mayo de
1792 de manos del obispo de Puerto Rico, Francisco Lacuenta.
Tan pronto
fue consagrado partió hacia Angostura a
tomar posesión asistido por su Vicario Dr. Miguel de Herrera. Desde la creación de la Diócesis se había encargado
de la misma el Presbítero José Ventura Cabello, quien pasará a formar parte
como canónigo del Cabildo Eclesiástico. Inmediatamente se dispuso a organizar
la Diócesis y emprender una visita pastoral por todos los pueblos y la cual,
por motivos de salud, se vio obligado a delegar en el Padre Pedro Level.
Preocupación
de Monseñor Ibarra al tomar posesión fue el estado en que se hallaba la única
Iglesia, elevada a Catedral en 1790. Sin poder concluirla, Monseñor Ibarra
llega en 1798 al final de su gestión episcopal, pero logró echar las bases del
seminario de Guayana formando sacerdotes nativos de la propia diócesis. Sin
embargo, el clima no favorecía su salud y por esa circunstancia debió renunciar
en cuatro ocasiones hasta que las autoridades civiles y eclesiásticas de
Caracas lo pidieron como obispo, lo cual les fue concedido por el Papa Pío VI
conforme a Bula del 14 de diciembre de 1798.
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