17 de julio de 1817. Los angostureños resistiendo bajo la égida realista durante casi seis meses veían esperanzados que a través del Orinoco pudiese llegar de un momento a otro el apoyo militar suficientemente fuerte para enfrentar a los patriotas que estrechaban cada vez más el cerco de hambre que los llevó al final a comer carne de perro, de gato y cueros de res guisados. Pero cuando ese día 17 por la mañana, el Comandante de la antigua Guayana dio parte al Comandante General de que se había reconocido ya muy dentro del Orinoco, la escuadra enemiga, compuesta de dos bergantines, cuatro goletas y cinco caladores grandes bien equipados y armadas, entraron en pánico, se vieron definitivamente perdidos.
Esta noticia precipitó a activar las diligencias de embarco con el objeto de reunir las fuerzas en la antigua Guayana antes que los patriotas pudieran combatirlos en detal. El Brigadier Miguel de la Torre comunicó la orden para que antes de ponerse el sol todas las familias tuviesen a bordo, pero que ningún soldado al pie de la artillería se moviese de su punto.
Al amanecer del 18 concluyó el embarco de enfermos del hospital y particulares, y en seguida el Brigadier La Torre comunicó una orden a los comandantes de los puntos para que hiciesen tres divisiones de su tropa para marchar una por una en el momento que se haría cierta señal en el reducto de Fernando Séptimo. La primera parte debía llevarse la mitad dejando tres tiros por cada cañón y llevándose también el repuesto de cartuchos de fusil, y la tercera debía clavar cañones, carga con los útiles de ellos y dirigirse a la reunión de todos que fue en la batería de La Alameda. A las siete de la mañana ya no se veía persona alguna en la ciudad excepto los defensores, porque las pocas familias que se quedaron que no pasaban de doce, estaban bien escondidas y quietas en sus casas (AF)
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