26 de julio de 1943. El Orinoco comenzó a penetrar en la ciudad el 26 de julio y el ocho de agosto la situación era catastrófica, según esta nota del Bachiller Ernesto Sifontes: “La gran catástrofe llegó inesperadamente esta madrugada a las 3 horas, pues el río socavando el terreno por debajo de la pared de defensa que hay en la Quinta Valeri, determinó un volcán de agua incontenible que a las nueve de la mañana formaba un gran chorro de ocho metros de ancho que atravesaba la calle y caía sobre la Laguna. Ninguna defensa fue posible ante la imponente catarata que a la hora dicha había derrumbado varias casas que se encontraban en su camino. Es probable que dentro de 48 horas las aguas, entre la Laguna y el Río, se hayan nivelado y el desastre entonces será colosal, igual al registrado en 1892, en que las aguas llegaron por El Porvenir hasta la esquina de la casa de los Aristiguieta situada frente al Cine Mundial”.
La crónica del 10 de agosto del Br. Sifontes agregaba que “el enorme chorro por la zona de los Valeri ha ido en aumento y ha derrumbado muchas casas. Otro chorro, el de La Glaciere que corre por la calle Piar es más impetuoso. En la esquina del Royal Bank se ha formado un puerto donde descargan las curiaras. Las aguas alcanzan el Mercado Público y el nivel de La Laguna continúa aumentando y esta mañana estaba sobre la acera del Culí Maray y en el paseo del Porvenir. Tal vez mañana invadan la Plaza del Abanico y terrenos de la Ciudad Perdida”.
La del siguiente día explicaba que “en el Mercado las aguas no se han unido, el río pasó sobre los malecones y tapó todos los bancos del Paseo. Palazzi Hermanos lleva su clientela embarcada desde el Resguardo si previamente lo llaman por el teléfono 352. El Banco de Venezuela se mudó a la casa de Malvina Rosales. Las oficinas de obras públicas fueron mudadas frente a Afanador y al Compañía Venezolana de Navegación, frente a casa de de Fragachán. Los damnificados que habían sido alojados en los bajos del Hotel Bolívar fueron evacuados nuevamente. La bomba de la desecación y las bocas de las cloacas quedaron sepultadas por la inundación y el Resguardo sirve de atracadero a las curiaras. Las aguas de la Laguna llegan a la Bodega Titán y aceras de la Plaza Abanico. A algunos árboles de la Laguna sólo se les ve la copia. Las culebras y toda clase de roedores y sanguijuelas son aguardadas en las orillas por muchachos que los acusan y matan. La calle Venezuela amaneció inundada desde la Ciudad Perdida hasta el naciente, tres metros bajo el agua”.
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