7 de Octubre de 1648. Al mando del cacique Quira-uera los caribes se sublevaron contra un poblado misionero en la zona de los raudales de Ature que era una avanzada de extensión de Santo Tomás de la Guayana dispuesta desde Santa Fe de Bogotá por el Arzobispado y el Presidente de la Real Audiencia Francisco Castillo de la Concha. Los caribes incendiaron el poblado y asesinaron a mansalva a los frailes jesuitas Fiol, Beck y Teobast. Sólo pudo escapar el fraile Julián de Vergara, Procurador de la expedición. Un quinto que formaba parte del grupo, el reverendo Radiel se había ahogado a fines de agosto de ese año.
Dice el historiador Bartolomé Tavera Acosta en sus “Anales de Guayana” que para esos días habían logrado establecer los religiosos una casa fuerte en Carichana, de la cual fue jefe el capitán Tiburcio de Medina, con una dotación de 12 soldados, que servían a la vez de escolta a los misioneros. Fueron capellanes de ese fuerte: primero el Rvdo. Francisco Urbina y luego, el Rvdo. Carlos Pinigati, quienes fallecieron a los pocos meses de residencia. Con la muerte de estos frailes quedó el capitán Medina con sus soldados hasta 1690 en que desguarnecieron aquel fuerte. A fines del año siguiente regresó el dicho capitán escoltando a los Reverendos Alonso de Neira, José Cobarte, Vicente Loberto y José de Silva, quienes se dieron a reedificar los destruidos pueblos fundados de Carichana, Sinaruco y San Lorenzo.
Dos años no completos tenían esos frailes en aquellas regiones, trabajando heroicamente por tener mayor número de indios posible bajo su dirección, cuando el 7 de febrero de 1693 ocurrió la segunda sublevación de los caribes, al mando del mismo Quira-uera.
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