domingo, 2 de septiembre de 2012

Juegos Florales

12 de Octubre de 1920. Ciudad Bolívar, siguiendo el ejemplo de Caracas y el Zulia, montó en esta fecha los llamados Juegos Florales para los cuales sirvió de escenario el Teatro Bolívar y la voluntad de hombres incondicionales de la cultura como el médico y poeta J. M. Agosto Méndez. Hubo tres torneos: el primero, dedicado al Día de la Raza; el segundo, el centenario de Juan Bautista Dalla-Costa y el último al Día de la Paz.    Los juegos florales fueron certámenes poéticos en los que se premiaban las mejores composiciones con una flor de oro, de plata o con una flor natural. Se iniciaron en Toulouse, Francia, en la tercera década del siglo XIV y luego pasaron a  España y de aquí a Venezuela.  En el siglo veinte empezaron en Caracas, promovidos por La Revista, que era un semanario de arte y literatura, dirigido por Luis Alejandro Aguilar. 

            Luego de Caracas, se realizaron en Maracaibo y en 1920 en el Teatro Bolívar de Ciudad Bolívar en el que participaron intelectuales como F. Cova Fernández, ganador de la Flor Natural, con su Canto Inmortal de diez versos, el primero de los cuales dice: “Bajo el palio glorioso de las ínclitas velas/ la gran Alma Latina, sobre tres carabelas, / a las vírgenes playas de América arribó / Aclamando el prodigio de la madre Castilla / desató el Orinoco su argentea maravilla, / y sobre el Nuevo Mundo nueva raza nació.”
            El premio  la Gardenia de Oro lo obtuvo B. Tavera Acosta por su trabajo de historia: “Las estrellas de la Bandera nacional” y el premio de Violeta de Oro fue adjudicado al cuento” Música Criolla.”
            Hubo accesit para los poemas “La Insignia de la Cruz”, de María Cova Fernández; “Ve de cara a la gloria de la apoteosis”, de R. Del Valle Lavaux y “Canto de la vida”, de T. Marcano Villanueva. Asimismo para los trabajos de historia “Jardín Heroico”, de Darío Monserrat y “La agonía de la colonia”, de Leonte Olivo. También recibieron accesit los cuentos “El propio esfuerzo”, de Eduardo Oxford López y “El nido roto” de Leonte Olivo.

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