18 de diciembre de 1886. El explorador francés Juan Chaffanjón después de siete meses y medio de haber partido de Angostura intentó llegar hasta las cabeceras del Orinoco, pero al igual que Apolinar Díaz de la Fuente, sólo logró aproximarse, como se desprende de éste su propio relato: “...Después de dos horas de marcha, encontramos sobre la orilla derecha una corriente casi seca, proveniente del flanco de la montaña, luego otra sobre la orilla izquierda formada por algunos hilillos de agua; en fin nuestro derrotero llega a su final. Es preciso escalar rocas, trepar cascadas, el Orinoco no es más que un torrente que desciende sobre las rocas. Inútil proseguir puesto que no puedo contar por más tiempo con la fidelidad de mis hombres. Por lo demás estoy satisfecho; he encontrado el origen de este río misterioso: La Sierra Parima, cuya altura fluctúa entre los 1.200 y 1.400 metros. Fue entonces cuando con emoción y orgullo bien legítimo, descubriéndome religiosamente, desplegué nuestro pabellón tricolor. Estas soledades, que ningún europeo había visitado aún, ven por vez primera, el 18 de diciembre de 1886, flotar la bandera francesa, no en son de conquista, sino como un zapador del progreso y de la civilización. Desde este sitio yo envío a través de los mares mis votos a mi querida patria, y, para perpetuar el paso de uno de sus hijos por el nacimiento del Orinoco, yo doy al pico de la fuente el nombre de un francés ilustre: Ferdinand de Lesseps”.
El instituto panamericano de Geografía e Historia, insatisfecho de los resultados de las expediciones de Apolinar Díaz de la Fuente y de Juan Chaffanjón, propuso en Caracas, 1945, se organizara en buena forma una nueva expedición que además de localizar las cabeceras del Orinoco investigara también aspectos importantes de la región relacionados con las ciencias naturales y la antropología.
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