18 de Enero de 1831.
Monseñor Mariano Talavera y Garcés, Vicario apostólico de la Diócesis de
Guayana desde el 8 de marzo de 1830 que
se posesionó, fue expulsado de Venezuela por negarse a firmar la Constitución
que separaba a Venezuela de la Gran Colombia.
La
separación de Venezuela de la Gran Colombia, quedó definitivamente consolidada
el 22 de septiembre de ese año con la Constitución dictada por el Congreso
Nacional reunido en Valencia a instancias del general José Antonio Páez,
encargado de reorganizar la República.
Esta
constitución que ignoraba a la Religión Católica no fue acatada y el episcopado
venezolano se negó a jurarla, por lo que fueron expulsados del territorio
nacional los prelados Ramón Ignacio Méndez, de Caracas; Buenaventura Arias, de
Mérida y Mariano de Talavera y Garcés, de Guayana.
Allanadas
las dificultades, el Episcopado retornó a Venezuela en 1832, directamente a
Caracas. En esa ocasión, Monseñor de Talavera, reputado de excelente orador
desde los mismos tiempos en que Morillo lo puso a predicar sobre el Indulto,
pronuncia en la festividad de San Pedro, poco antes de viajar a Guayana, uno de
sus mejores discursos.
Monseñor
de Talavera regresó a Angostura en medio de la euforia popular y fue recibido
por el gobernador Ramón Contasti, respaldado por el caudillo Tomás de Heres,
comandante de Armas y héroe de la independencia. Guayana entonces estaba
dividida en dos grandes bandos políticos: los liberales connotados como
Filántropos, bajo la tutoría de Juan Bautista Dalla Costa, y los conservadores,
a quienes los liberales menospreciaban con el cognomento de “Antropófagos”,
liderados por el general Tomás de Heres.
Monseñor
de Talavera era amigo de Tomás de Heres, acaso por conservador, pues los
conservadores eran virtualmente los mejores amigos de la Iglesia, y por esa
amistad fue siempre blanco de los ataques del semanario “El Filántropo”. Cuando
Heres fue asesinado el 9 de abril de 1842 de un disparo artero desde la ventana
de su casa, el prelado se hallaba de visita y prácticamente el cuerpo
mortalmente herido del General cayó en sus brazos, a la luz de una lámpara de
acetileno que se apagó con el fogonazo. Desde entonces los días resultaron
pesarosos para el Obispo de Trícala que terminó renunciando a su permanencia
por más tiempo en la Diócesis.
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