domingo, 26 de marzo de 2023

Expulsión de los Jesuitas


                                                               
El 27 de marzo de 1767, Carlos III, Rey de España, decretó la expulsión  de los jesuitas  de todos sus dominios, incluyendo a los que desde 1664 venían evangelizando las regiones del Orinoco y del Meta.

            Esta disposición afectó a los misioneros regulares de la Compañía de Jesús así como sacerdotes, coadjutores y legos.

            Los jesuitas, misioneros de la contra-reforma, ascéticos y disciplinados, más que al monarca, culparon de esta medida al Presidente del Consejo de Castilla, el Conde de Aranda, un militar y diplomático muy enérgico, imbuido de la doctrina de los filósofos franceses.

            Para este año de la expulsión, la Provincia de Guayana se hallaba asignada a los misioneros franciscanos observantes, capuchinos catalanes y padres de la Compañía de Jesús, así: Desde el mar hasta Angostura, los misioneros capuchinos. Desde Angostura hasta el Río Cuchivero, los observantes de San Francisco y desde Cuchivero hasta los confines de la Nueva Granada, correspondía a los jesuitas.

            A los misioneros jesuitas  se les atribuye la fundación de los pueblos de Carichana, Sinaruco, San Lorenzo, Domo, Piaroa, Atures, La Urbana, Concepción de Uyape, San José de Paruaza, Santa Bárbara, San Francisco Regis, Santa Teresa, San Francisco de Borjas, Cabruta y San Luis de Encaramada.

            La mayoría de estos pueblos fundados desde el Cuchivero hasta Colombia fueron destruidos por los ataques constantes de los indios caribes y el abandono y muerte de los misioneros.

            Cuando Don Manuel Centurión recibió de España la orden de expulsar a los jesuitas, sus poblados pasaron a mano de los misioneros capuchinos que predominaban en casi toda Venezuela. Centurión se las llevó siempre bien con los misioneros hasta el punto de que los jesuitas lo elogiaron después de ser arrojados; sin embargo, sus informes al Rey denunciaron siempre la esterilidad del régimen religioso y la conveniencia de sustituirlo por un plan de colonización civil. (AF)

 


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