31 de marzo de 1898. Falleció el doctor Andrés de Jesús Montes, miembro de corporaciones científicas y de letras y del cuerpo consular de Chile en Ciudad Bolívar.
Era hermano de Ramón Isidro Montes, quien tuvo relevante actuación en el campo de las letras y la enseñanza universitaria bolivarense, ambos, hijos de Juan Montes Salas, hijo a su vez del tronco mayor, Juan Montes, radicado en Angostura después del Sitio, siempre al lado de su paisano Simón Bolívar.
La madre de Andrés de Jesús Montes era María de las Nieves Cornieles, hija de José Luis Cornieles y María Josefa Vélez, propietarios de la Casa de San Isidro donde vivió el Libertador y del inmueble de la calle La Muralla en el que fue editado el Correo del Orinoco.
No obstante su profesión activa de farmacéutico, heredero de la primera botica que tuvo la ciudad, la Botica Boliviana, fundada en 1830 por su padre, estuvo metido en la política y en el periodismo. Se le atribuye haber fundado el primer diario entre los numerosos históricamente conocidos en la capital bolivarense. Tal “El Boletín Comercial”
El primer número de El Boletín Comercial apareció el 4 de abril de 1860, impreso en los talleres de Carlos María Martínez, impresor municipal que se hizo independiente para medir sus propias posibilidades. El Boletín Comercial comenzó realmente como bisemanario de los días miércoles y sábado y se transformó en diario a partir del primero de septiembre de 1865, pero en manos del tipógrafo Pablo María Rodríguez, socio del tipógrafo guaireño José María Ortega, quien finalmente se erigió dueño del primer diario que tuvo Guayana y el cual circuló hasta 1872.
Según el historiador Bartolomé Tavera Acosta, El Boletín Comercial fue para la época el periódico de más larga duración que tuvo Guayana y el primero igualmente en establecer el sistema industrial de servir a todas las situaciones propias del periodismo moderno.
30 de marzo de 1817. Desesperado por el hambre y la escasez de víveres los habitantes de la Ciudad de Angostura, el Brigadier Miguel de La Torre ordenó a 800 hombres de infantería y 30 de caballería buscar un choque con las fuerzas patrióticas sitiadoras a fin de de poder llegar hasta el hato más próximo en busca de vacunos, caballos y víveres; pero, el general Manuel Cedeño, comandante del Sitio, rehuye el choque frontal y actúa de la forma menos riesgosa; sin embargo, Piar que ha sido notificado de este movimiento, resuelve intervenir en el episodio para impedirle a La Torre el regreso o batirlo en el tránsito con sólo la caballería. Para ello necesita que el Coronel Chipía le envíe dos escuadrones de cien hombres cada uno, si es posible al mando del coronel Pedro Hernández o del Teniente coronel Martínez. Por previsión y en función de esta operación, Piar adelantó al capitán Arnao a la Pastora en busca de 400 caballos de reserva.
Cuatro días después es cuando Piar está militarmente en capacidad de ir al encuentro de las tropas de La Torre y se dirige a la Mesa de Angostura, pero ya el enemigo había replegado a la ciudad el día 3 de abril por la noche, a favor de los montes del río Orocopiche; no obstante, Cedeño mediante aisladas escaramuzas hizo que en el trayecto perdieran tres cargas de pertrechos, doce fusiles y varios de sus hombres. Esto es lo que se desprende de las cartas cruzadas entre Piar y algunos de sus oficiales.
Sin embargo, el coronel Rafael Sevilla, oficial de La Torre, dice en sus memorias autobiográficas, que las tropas salieron de Angostura a romper el sitio y que “Apenas llegamos a las avanzadas enemigas, cuando empezaron a hacernos fuego. En breve vino sobre nosotros gran golpe de caballería, que conseguimos rechazar. Nosotros no teníamos más caballería que una docena de húsares mal montados. A las ocho llegamos al sitio denominado Mesa donde tenían su campamento principal y nos esperaban apercibidos para el combate. Formamos dos columnas y dos guerrillas para flaquearlos. A mi me toco ir con la izquierda. El terreno era quebrado y abrupto, pero atacamos con tal denuedo que en breve conseguimos envolverlos. Tan pronto como ellos oyeron nuestras cornetas por retaguardia, apelaron a la fuga. Dejaron en nuestro poder cien hombres entre muertos, heridos y prisioneros, cincuenta mujeres y chiquillos que tenían en el bosque inmediato, y doscientas reses que hallamos en el corral” (AF)