30 de septiembre de 1880. Aparece por primea vez en la historia del
periodismo guayanés un periódico diario con el nombre de El Bolivarense, bajo el
signo de la balanza y en formato 62x44 cms. Como diario de la tarde. En su
cabezal se leía en letras grandes: Director, J. M. Ortega y Rodríguez y Cleto
Navarro. Administrador Luis A. Gómez. Más abajo:
Industria-Ciencias-Artes-Noticias-Anuncios. Luego el lema: Dada nuestras instituciones,
basta el trabajo por la parte del pueblo y la justicia por la de los gobiernos,
para felicidad y progreso de Paz a todo trance.
Su
cuerpo de cuatro páginas impuestas con tipos sueltos y grabados impecablemente
elaborados, conformaba lo que podríamos conceptuar hoy como un diario de avisos
toda vez que la primera y última página estaban enteramente destinados a los
anuncios y ofertas comerciales y las páginas internas a una información escueta
y escasa, pues difícilmente se aplicaba el hexámetro técnico de las
circunstancias. Las informaciones de al vida diaria –ya ese era el estilo de
las publicaciones de la época- iban prácticamente mezcladas con los edictos,
decretos, comerciales, artículos de opinión, festividades religiosas, cartas,
material literario y refritos de publicaciones de otras parte de Venezuela y
del extranjero llegadas por la vía del Orinoco.
Los
anuncios aparecían en recuadros generalmente ilustrados con grabados. Entre
otros casi fijos, del Amargo Aromático de Guayana, de Mathison y Hermanos; Barbería
Fígaro, de José natividad Pineda; Fotografía Artística, de Luis
Aristeguieta Grillet; Colegio Talavera, dirigido por J. R.
Camejo; Oficina de Abogado del doctor Luis Natera Ricci; Amargo
de Ciudad Bolívar de Guillermo Eugenio Monch; Aceite para alumbrado Luz
Diamante, Cigarrillo Cacique, Aceite de hígado de bacalao y Pianos verticales
de cola fabricados por H. Kohl en Hamburgo.
Recorriendo
las páginas de El Bolivarense, no todas, sino las disponibles en la colección
de la Sala Febres Cordero de Mérida, microfilmadas por la Biblioteca Nacional,
nos damos cuenta como era de apacible la vida en al provincia y tardía la
comunicación entre un lugar y otro, no obstante que ya para la época los barcos
se movían, igual que los ferrocarriles, a fuerza de las máquinas de vapor
producido con carbón antracita.