miércoles, 16 de marzo de 2016

La Muerte de Alejandro Vargas


16 de marzo de 1968. Murió el juglar bolivarense, Alejandro Vargas.  Murió estrangulado por la artritis que lentamente terminó de apagar su voz y el rasgueo de su guitarra. Se había pasado la vida en comparsas y parrandas, ofreciendo serenatas y “cantando aguinaldos”, pero desde el primer percance que le malogró la voz, abrigada  el temor por la soledad y la muerte que percibe en “Casta Paloma” uno de sus aguinaldos nacionalmente famosos: Cuando yo me muera/ quien me irá a llorar?  / Sólo las campanas/ de la Catedral.
            Alejandro Vargas es autor de otros veinticinco aguinaldos, entre ellos, “Conferencia” (De noche le dice el sol a la Luna / que Ciudad Bolívar tiene una Fortuna / Todas sus mujeres preciosas y bellas / por eso aplaudieron todas las estrellas); “Que Luna tan bella” (Que Luna tan bella/ está con nosotros/ se torna de plata/ el ancho Orinoco/ se mueven las aguas/ al pasar los peces/ vuelan las gaviotas/ y luego amanece); “Misterioso Caroní” (Hay un gran misterio/ en el Caroní/ Nadie se imaginar lo que pasa allí/ que han visto una nave/ en un Viernes Santo/ que atraviesa el río/ con música y canto/ y dice la gente/ y la gente dice/ que es en Caroní); “Palomita Blanca” (Palomita Blanca/ que emprendes el vuelo/ que no exista dengue/ para el Año Nuevo/ un Milagro de oro a Dios ofrecí/ con tal que la gripe/ se vaya de aquí).
            Alejandro Vargas, producto de una mezcla decantada con el tiempo del negro africano con el amerindio, no tuvo más escuela y disciplina que su pobreza distraída en un medio por donde podía andar sin tropiezos gracias a su alma sensitiva de bohemio y rapsoda.
            Durante casi toda su existencia septuagenaria no pasó de estos contornos de ríos y de selva y ya en los últimos meses de su existencia fue cuando por ese puente mágico y eventual del extinto Quinteto Contrapunto, trascendió a lo nacional con el aguinaldo “Casta Paloma” y “La Barca de Oro” que más tarde terminó popularizando el conjunto “Serenata Guayanesa”.
            En la divulgación de sus composiciones, después de su muerte, también contribuyó el Instituto de Cultura y Bellas Artes editando un disco antológico de sus mejores piezas.
           

       

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